Miércoles de reflexión

 

En la semana de la pasión de Cristo, el miércoles fue un día de reflexión y espera. Jesús sabía que los religiosos estaban molestos con él por las verdades declaradas el día anterior. Por lo tanto, buscaban ocasión para arrestarlo y juzgarlo. 

Así, pues, Jesús esperó en Betania, sabiendo que aún no era el tiempo de ir a Jerusalén. Muy probablemente pasó la noche en casa de Lázaro, hermano de María y Marta, a quien había resucitado semanas atrás.

Se narran dos eventos ocurridos ese día miércoles: Jesús es ungido en la casa de un tal Simón, el leproso. Allí donde una mujer ungió la cabeza del Señor con un perfume de nardo muy costoso. Mateo dice que los mismos discípulos de Jesús se molestaron, pues pudieron dar ese dinero a los pobres. Juan apunta a que estaban en casa de Lázaro, y que fue María quien ungió a Cristo (Juan 12:1-8); incluso, dice que fue Judas quien se quejó diciendo que por qué no se había vendido ese perfume. La verdad era que Judas era ladrón, y lo que buscaba era sustraer, es decir, robar de la bolsa que él mismo administraba.

 Jesús los detuvo inmediatamente. Defendió a María, diciendo que ella se había anticipado a ungirlo para el día de su sepultura. Una vez más, como ya en Lucas 10 se ha narrado, María había escogido la buena y mejor parte; y nadie se la iba a quitar.

El otro evento que ocurrió ese día, ya entrada la noche, fue que Judas, precisamente el ladrón, el que le iba a traicionar, fue con los ancianos líderes del judaísmo, y pactó con ellos traicionar a Jesús, como ya lo sabemos, por treinta piezas de plata. Conocemos como acabó la triste historia de Judas y su traición.

Por un lado, tenemos a Judas, que hubiera sido capaz de vender el perfume de alabastro con tal de robarse el dinero. Traicionó a Cristo, pero así estaba destinado a ser. 

Por otro lado tenemos a María, que fue capaz de deshacerse de un perfume muy caro, para ungir y preparar a su Señor para ese momento que la siguiente noche estaría por suceder.

No tengo ni siquiera que preguntar con quien te identificas. Pero sí podemos preguntarnos: ¿Qué tanto estoy dispuesto a sacrificar para honrar a mi Señor? ¿Estoy dispuesto a negarme a mí mismo y seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias? ¿Qué es ese pecado, o hábito oculto que el Señor me ha pedido dejar?

María, como David en el Antiguo Testamento, también dijo: "No le daré nada que no me cueste"1 Samuel 24:24.

Entrégate por completo a Dios. Rínde tu vida total a Cristo Jesús. ¡No esperes más!



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